Atar el amor no pudo ser más complejo cuando la misma voluntad cede a tentaciones exteriores, se va manifestando la consternación cuando la línea del amor va perdiendo los hilos que tejieron una vida conjunta se hilvana una agonía indescifrable que fractura el alma y la enclaustra en el sin sentido, se manifiesta tanta ausencia que se considera la valía propia como insignificante, la solución a aquellos problemas la tendrá por medio del poder angelical, la vasta tradición nos entrega a los ángeles como guías que transgreden la indiferencia del ser amado.

Se construye a partir de la fe en lo divino y por ello acá es necesario partir que el hechizo amoroso aquí descrito viene de la fuente de la fe construida desde la divinidad frondosa, los ángeles representan el redescubrimiento del alma y entonces con ellos se logra avizorar la nueva vida que se anhela construir con el ser amado, este amarre amoroso es influyente desde lo luminoso, no busca Atar desde el influjo de la posesión sino desde lo espontáneo que vivifica y ahí viene la fe en el cielo angélico.

Por medio de la consigna del amor puro que no muere los ángeles reconstituyen el idilio partiendo de la sabiduría divina del mensajero arcángel Gabriel, este abrirá el portal receptivo de la persona distante y buscará a través del designio construido por Dios, entregar la certeza fundada en la correspondencia, este amarre o hechizo es basado en lo innato, en lo que surgió desde esa obra del amor abrasador, la incesante fogata será representada por una vela blanca allí, se buscará la intercesión del mensajero para anunciar al otro el designio, luego ante la imagen del arcángel Miguel quien es el combativo ante la amenaza del final, el hechizo constará del rezo simbólico ante la vela y el ruego ante San Miguel para el combate ante terceros que incidan en la lejanía.

La excelsa virtud del amor no se acongoja ante la primicia insana de un desvelo que se intensifica por el desamor, por medio de la fe angélica las almas se encadenan ante lo tumultuoso de las sombras cotidianas, se inscribe la vida al destierro del dolor y nace la luz clara del anhelo, la incipiente forma de amar reaparece para sanar, este amarre encauza la forma del amor que es palpable.

Con este amarre se logrará vislumbrar la era de paz del nuevo tiempo y habrá el espacio para amar sin condicionamientos.

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